García-Karolys

Texto de ensayo 

 

A

Morfologías

La materia escultórica

 

La impureza de la materia resulta evidente en el informalismo de Gabriel García Karolys. La impureza en un sentido conceptual y que se define como la base de una creación escultórica de origen residual. Hablamos de una cualidad estética que se cifra en el residuo material que para Gabriel ha sido principal en todo su trabajo; puesto que él, ya en un sentido creativo, inicia su obra a partir de la dinámica de la recolección. 

Gabriel, en una primera fase de producción artística, se define como un recolector del material descartado por el hombre; por ejemplo, cuando recorre las calles en busca de los restos producto de las talas indiscriminadas; o, incluso, cuando la propia naturaleza provoca ese descarte y lega todo tipo de residuos, tal como los de la escoria volcánica, los de aluviones, o los propios del movimiento eventual de diversos materiales consecuencia de crecidas, riadas o desbordamientos. 

La materia, Gabriel la recolecta en el oriente (piedras amazónicas, restos de madera…), en la costa (piedras en formación), en la sierra (piedras volcánicas, tocones de árboles talados…); en las calles principalmente de Quito (materia abandonada); y, singularmente, en su propio taller, en el crisol donde sobrenada el residuo, en el suelo de donde recoge la escoria de la suelda.

Y así, cada pieza de esta colección guarda un índice de pertenencia con su lugar de origen. Algo que para Gabriel constituye un principio escultórico de profunda significación, puesto que cada pieza de materia que utiliza, con la que él se ha conectado y que entonces ha recolectado y montado en el balde de su camioneta, se reconvierte en materia prima de reedificación con un sentido plenamente artístico. 

El principio es constructivo. Con la materia informe se conecta una historia de origen, una historia con la que este escultor se encanta y que nos la cuenta en un relato vivo. Que el pino radiata de tal parte, que la andesita de tal cerro, que las piedras en formación que ha encontrado en el Estero del Plátano en Esmeraldas…, que los restos de lava poco densa y de aspecto esponjoso… 

Gabriel explica por medio de cada pieza esas coordenadas de origen que devienen, en la sensibilidad de este autor, en unas propias de adopción. Sí. La adopción de cada materia que sobreviene innoble para muchos, pero connotada de valores positivos para Gabriel García Karolys que, con cada arrebato de pertenencia residual, de esos restos abandonados en los márgenes rurales y urbanos, reviste la materia escultórica de diversas expresiones de carácter morfológico: formas que parten de lo impreciso del residuo, que asumen un nuevo estado coordenado por la acción de Gabriel, y que se definen en nuevas formas con identidades signadas por su impronta estética. En suma, formas que parten de lo informe y que se funden en lo informe mismo: en el informalismo visceral de este escultor.

 

 

B

Morfologías

La forma esculpida

 

Esculpida, aglutinada, soldada, cocida…

Morfologías reúne una serie de objetos escultóricos que se agrupan a partir de un criterio de intervención relativo que opera en Gabriel García Karolys. Por ejemplo, en cuanto a la piedra misma, y según la propiedad extrínseca de cada una, Gabriel decide una intervención ya sea sutil, como en las piedras singulares que se definen en el geometrismo trazado por la herramienta de uso; o una intervención total, como en los ensambles afilados, filosos y angulosos que se singularizan en el paradigma de la agresividad. E incluso trabaja con el criterio de la escultura referencial de cualidades fitomórficas o antropomórficas.

De estas últimas, las antropomórficas, podemos hacer referencia de ciertas piezas que se asemejan a sujetos que cargan algo. Gabriel las llama «los constructores de ciudad». Piezas evidentemente antropomórficas formadas a partir de piedras irregulares, escoria de suelda acumulada y ensambladas con varillas de construcción. Piezas escultóricas como si fueran erupciones singulares de un volcán soldadas brutalmente por el propio impacto de una lava incandescente. 

Cada pieza carga su propia esencia contenida expresivamente en la materia de su cuerpo. Y es esa materia la que nos muestra un estado de corrupción intensa donde la agresividad de cada arista, esa que se acumula en el cuerpo y que se proyecta en cada ángulo, se perfila en el alma alegórica de cada ser referenciado como el cargador de su propia materia inorgánica. 

De las otras, las fitomórficas, las referencias surgen de la parte por el todo: tan solo restos que se significan en la iconicidad de cada materia adoptada por Gabriel. 

Y es así como el autor simula el resto de una hoja seca, una de sambo, u otras de chamburo o de huaña o de achira; o el cuerpo de un cartucho, o hasta el resto de una rama que se indexa con esa planta que se la conoce vulgarmente como la «lengua de suegra»; todas estas esculpidas en pino radiata o en pino araucaria. 

Y también hay otras piezas de un grado de naturalismo mayor, como las que hacen referencia a ciertos árboles que parecerían bonsáis de piedra; y, claro, cómo no, las orquídeas que siempre han sido principales para este autor.

Otras obras de esta serie morfológica se definen en el paradigma de la ya mencionada «escultura agresiva», término con el que Gabriel denota las cualidades irregulares que dan cuerpo a cada objeto de la colección. Dada su naturaleza angular, cortante, filosa, puntiaguda, estas piezas se convierten en «lugares escultóricos» de un carácter singularmente visceral. Armas estéticas que inducen a una curiosa contemplación. 

Parecerían formaciones petrificadas que se recubren de una esencia material protectora, como las de medusas, peces globo, anémonas venenosas; o de ciertas plantas que se protegen con corazas espinosas tal cual si fueran armaduras en contra de todo agente exterior que las pudiera atacar.

En estas piezas, Gabriel utiliza clavos corroídos, oxidados, afilados…; vidrios trizados, restos de botellas que él mismo destruye, de vino, de cerveza…; o restos de vidrio catedral, de tonos azulados, verdosos; y hasta escorias de bronce o de cobre; sustancias vítreas formadas por las impurezas que flotan en el crisol de su taller… A estas piezas las dota de una estructura cohesiva y las ensambla con varillas por medio de una suelda atacándolas con acetileno. E incluso, a muchas de estas las introduce en un horno para que se calcine el óxido de hierro y así resulte una pátina carbónica brotada luego de una candela extrema.

El resultado: obras informalmente agresivas que definen su esteticismo en diversos grados de relativa irregularidad.

En suma, esta colección de morfologías se normaliza en una taxonomía fantástica propia de Gabriel en la que se acopian formas de naturalismo evidente o de una abstracción reglada, y en la que prima el sentido de una metamorfosis graduada por la técnica industrial que, en manos y en mente de este autor, se dinamiza en la adopción de la materia y en la creación de un informalismo «formalmente informal»: la forma que emerge de lo informe: el informalismo morfológico de Gabriel García Karolys hecho de piedra, de madera y de metal.   

 

Humberto Montero, junio del 2023